Mi pareja tiene hijos y esto me asusta
Conocemos a la persona adecuada para nosotros, todo parece que va a funcionar perfecto, cuando nos anuncia que la cosa viene en combo: "tengo hijos". ¿Salimos corriendo ó lo afrontamos?
Las parejas con hijos de relaciones anteriores no son ningún caso aislado. Son lo más normal en los tiempos que corren.
Sin embargo, así como cada pareja es un mundo, también cada hijo lo es. Nunca sabemos cómo va a reaccionar, qué pasa por esa cabecita en relación a su madre, a su padre, al nuevo ó la nueva integrante que aparece para poner en jaque ó amenazar el cariño y la atención que hasta el momento eran de su propiedad exclusiva.
También toca ver cómo afronta esta situación la persona que tiene un hijo y conoce a una nueva para compartir su vida. Y por supuesto, las dudas que asaltan a aquella otra persona que no experimentó aún la maternidad ó paternidad, y encuentra al amor ideal que -para sorpresa no tan grata- viene acompañado.
Es evidente que este escenario dificulta las cosas, y empiezan a aparecer dudas acerca de la relación: ¿debo continuar ó es mejor romper a tiempo y seguir con la tranquilidad de mi vida? ¿cómo debo actuar con sus hijos? ¿me vendieron una familia completa cuando sólo buscaba un novio? ¿Tendré que hacer de padre, madre ó sólo una espectadora?
¿Cómo empezar?
En principio es importante asegurarnos de que la relación está consolidada antes de presentarme como la pareja oficial que llega a la familia. Los niños no pueden verse expuestos a conocer una y otra y cada nueva pareja porque esto les genera desconfianza e inseguridad. Hay que tener en cuenta que ellos tienden a llamar la atención y demandar el cariño de esa nueva persona, para sentirse incluídos y no desplazados del nuevo núcleo familiar. Llegado el día y de a poco se presentará a la nueva pareja, pero siempre con honestidad y sin inventar historias como que es un compañero de trabajo, a la vez que se exagera la cordialidad y simpatía. Mucho menos debe esta persona asumir el rol de madre ó padre. No se puede sustituir a ningún progenitor, y ese error sólo llevará a la debilitación de la nueva situación. Lo que suele pasar en estos casos es que los hijos (tanto si tienen 5 como 30 años) se pongan en guardia y hagan todo lo posible para arruinar la relación de su madre ó padre.
¿Siempre son conflictivas estas relaciones? ¿Influye la edad de los hijos?
No se puede a priori dictaminar eso. Repetimos que cada persona es un mundo y en este caso estamos hablando de -por lo menos- tres.
Sí podemos asegurar que cualquier relación necesita tiempo; y más aún aquellas que se entablan con los más pequeños. Ellos siempre mantienen la ilusión de que sus padres vuelvan a estar juntos, y una nueva relación es determinante para darse cuenta de que esta posibilidad está cada vez más lejos, si no acabada para siempre.
La edad indudablemente influye, cuanto más pequeños sean más fácil será la adaptación de éstos, y con ella la armonía familiar. Los adolescentes son más propensos al rechazo desde el comienzo, porque aparece la sensación de competencia por el cariño, la atención, y hasta las cuestiones materiales; y de abandono por parte de su madre ó padre.
¿Cómo actuar?
Lo lógico es que la nueva pareja es quien tiene que hacer el mayor esfuerzo para desarrollar la paciencia y la tolerancia. De nada sirve ponerse en guardia ni asumir una rivalidad que sólo llevará al fracaso propio. Es impensable poner a elegir al otro ó la otra entre sus hijos ó nosotros. Es decir, llevamos las de perder desde el comienzo; pero eso no significa que todo terminará en catástrofe.
Hay que conocer hasta dónde llegan nuestros límites, y hasta adónde seremos capaces de afrontar la nueva situación sin que se pierdan el respeto mutuo, la felicidad y las ganas de compartir la vida con esa otra persona. Tenemos que evaluar seriamente los pro y los contra, a la vez que intentar por todos los medios integrarnos con los hijos y tratar de compartir con ellos momentos de felicidad en familia. No hay que olvidar que nosotros también podemos planificar tener hijos con esta nueva pareja, y en ese caso nuestros hijos tendrían los mismo derechos y necesidades de afecto que los otros que no elegimos.
Por otra lado ponernos en el lugar de nuestra pareja es también una buena práctica de paciencia y buena voluntad de construir algo juntos, así sea en combo agrandado.
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